Una epístola habla a mis adentros
y un poema, febril a su encuentro,
solloza triste tras una convento.
Rogando que le quiten el habla,
y perplejo escucha una cascada,
donde una sirena le repite,
con una dulce voz de tonada;
y entre injuerias, mofas e improperias
le reincide: "tu la perdiste".
Obstinando angustia exasperada,
mohíno, arrojo un pétalo mustio
y me retiro obsceno, cual murcio.
Confiando indulto, mi alma se niste
y al aguardo, me pierdo en el giste...
Antonio Contreras Angoa