que en mi mente yacía,
imperturbable inmensa,
la imagen extensa
de la vida que me inspira.
O ¿será realmente un placer,
un digno pontificio
de una mente en litigio
que lucha por ti, mujer?
Mi voz que te canta entusiasta
se sonríe con bonanza,
y sin miedo te realza
lo que mi mente no alcanza.
Cuando las notas terminan,
volando alegres me miran,
burlando mi ansioso corazón,
ese que de tanto se indigna...
Pero qué jocoso es en su reacción,
que se vuelve y te envía
las tersas letras de amor,
aquellas que el piano culmina.
Antonio Contreras Angoa